martes, 30 de octubre de 2012

Sólo para tí

Me comentaste en una ocasión tía, que te gustaba lo que escribía, como no escribir ahora sólo para ti. Se que te llegaran mis palabras, con la certeza de quien confía que las cosas que se hacen desde el corazón llegan a los sitios mas insospechados.
Cuando recibimos la noticia de la muerte de un ser querido, nos embarga un sentimiento de tristeza, de pena y pesadumbre.
Con ese sentimiento llegamos al pueblo para acompañarte en el recorrido a tu última morada, sin embargo las palabras del primo Pedro, que con gallardía y valor pronunciaría a pesar de su dolor, cambiarían ese sentimiento.
Nos contó cuando marchastes de la mano de tu marido a tierras que hace 65 años se tornaban muy lejanas. Te imagine como serías en ese momento, llena de fuerza y vitalidad. Con el ímpetu de la juventud y una maleta llena de sueños con un futuro por construir. Ya premonitorio era la conjunción de vuestros nombres, Pedro; piedra o firme como la piedra y Pilar: Aquella que es el pilar o soporte para los suyos, se podía intuir que entre los dos construiríais unas bases sólidas para el porvenir de vuestros hijos.
Nos contó también que a pesar de tantos años fuera de tu tierra les inculcaste el amor por tu pueblo. La devoción por Santa Brígida, de la cual tenemos constancia cada vez que dentro de la ermita miramos hacia arriba y vemos la obra de tu fé.
En la iglesia, llena de todos los que te querían dar el ultimo adiós, no había sitio donde sentarse, quiso el destino que me sentara mirando de frente a todos los presentes. Pude apreciar la cantidad de personas que había, incluso de pie. Y vi a tus hijos, a tus nietos, fruto de ese futuro que juntos construiste en otras tierras. Me alegre tanto por tí de ver que tu sueño y tu esfuerzo tenían recompensa, habías sentado las bases de una familia fuerte y unida. Mi tristeza se disipó, ellos llevaban un trozo de ti.
Siguió hablando el sacerdote, pero yo ya no estaba allí, cerré los ojos y te imagine en un mundo hermoso, feliz y llena de vida. Te recibía el tío Pedro con los brazos abiertos. Tu llevabas la misma maleta de tu juventud, pero ésta vez llena de las cosas que juntos habían forjado en esta tierra, de los recuerdos familiares, de los nietos, de las nietas y del amor de los hijos, esos que un día el tío Pedro sin pretenderlo “olvidó”.
Vive tía… vive, como lo harás siempre en nuestros corazones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un texto lleno de sentimiento y cariño. Sigue así Limura.