miércoles, 22 de octubre de 2008

San Frutos (25 de octubre)

¿Quién fue el hombre que desde catorce siglos atrás es polo de atracción de tantas generaciones de segovianos?

Nació Frutos, en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos con los nombres de Valentín y Engracia. Debió ser una familia de profundas convicciones cristianas que supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la causa, murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos bienes y comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles a los principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en ellos los vicios, maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano, que Frutos les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma libertad y libre determinación deciden vender sus bienes y los dan a los pobres. Dejaron la ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de la soledad, oración y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla del río Duratón les pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos. Hacen tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo definitivo al trato con Dios.
Se vuelve a tener noticias de Frutos cuando el estallido de la invasión musulmana y su rápida dominación del reino visigodo. Frutos, en su deseo de servir a Dios, intervino de alguna manera —y con vivo deseo de martirio- en procurar la conversión de algunos mahometanos que se aproximaron a su entorno; defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el año 715.
Entre esos sucesos sobrenaturales ó milagros encontramos "La cuchillada de San Frutos", cuenta la leyenda que uno de los milagros del santo consistió en separar la roca con su báculo, protegiendo así a un grupo de cristianos de Sepúlveda que corrieron a la ermita para huir de los moros. San Frutos trazó una línea sobre el suelo en la parte más estrecha de la roca y ésta se abrió, despeñándose algunos musulmanes y aterrorizando a los demás.


Otro milagro de San Frutos muy conocido es el de "La despeñada". Cuenta la leyenda que en 1225 un marido celoso empujó a una mujer adúltera desde lo alto de la hoz de San Frutos, sin que le ocurriera ningún daño. La mujer, que donó todos sus bienes al priorato, vivió muchos años más. La inscripción que figuraba sobre su tumba puede leerse en el atrio, en un muro del templo, y dice:

AQUÍ YACE SEPULTADA UNA MUGER DE SU MARIDO DESPEÑADA Y NO MORIÓ I HIZO A ESTA CASA LYMOSNA DE SUS BIENES".

En 1231 se fundó el convento franciscano de Nuestra Señora de la Hoz, a poca distancia del priorato. El 7 de septiembre de 1492 todo el covento menos la iglesia se hundió. Los monjes se salvaron porque estaban cantando maitines en el coro. También este hecho se consideró un milagro. Isabel la Católica costeó la reconstrucción.
Bajo el altar de la iglesia se encuentra el sillar o piedra cuadrada. Dice el saber popular que si das tres vueltas gateando a esta piedra rectangular por un pasadizo muy angosto nunca padecerás hernia o se calmará el dolor si la tienes. A este rito se le llama pasar por la piedra del santo. Y si quieres curarte del dolor de muelas nada mejor que dar una vuelta a la ermita.
Al patrón de Segovia también se le conoce familiarmente como San Frutos Pajarero, le viene de la costumbre que en esta capital existía de ir a cazar en la madrugada del 25 de octubre, también se dice que amansaba a los buitres y que llegó a hacer brotar pajarillos de las llagas de un devoto.

POEMA DEL MILAGRO DE LA CUCHILLADA

Bramaba el viento, llovía
sangre, Duratón corría
turbado, temblaba el monte,
y todo aquel horizonte
lleno de asombros se vía.
[...]
Inquietóle al Santo el alma
si no su temeridad
la improvisa novedad
de ver Moros en la calma
de su alegre soledad.
[...]
Llegaba el escuadrón fiero
del Santo a la estancia dura;
pero como el cual procura
darles a entender primero
nuestra ley y su locura,
aquel ímpetu repara
con la fe de quien ampara;
y, atento el Moro confuso,
la Cruz hizo, y luego puso
sobre un un peñasco la vara.
Diciendo que les mandaba
por Dios que se sosegasen
o la raya no pisasen
que en su nombre señalaba
primero que le escuchasen.
Con esto la dura peña
obedeciendo su seña
se dividió en dos pedazos
que desde cuyos ribazos
el monte su centro enseña.


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